En la actualidad, la competitividad entre profesionales y empresas relacionadas al mundo del diseño industrial es bastante compleja, cambiante y agresiva. Los esfuerzos por entender a los consumidores, al área de marketing, ingenieros y desarrolladores, hacen necesario que el diseñador despliegue varias habilidades, incluso que haga uso de herramientas de otras disciplinas como la estadística o la administración y rediseñe constantemente su proceso.
Esta lucha constante por marcar una diferenciación con los productos que consumimos día a día, demanda entre otras cosas, un perfeccionamiento de la habilidad que tienen los diseñadores por generar “empatía” con sus clientes, ya sea que hablemos de una persona o de departamentos enteros dentro de una organización. Este es uno de los aspectos más poderosos dentro del proceso de diseño, ya que la capacidad de colocarse en el lugar del otro (empatía) y leer más profundamente sus necesidades, preferencias, esquemas mentales y temores, conseguirá que se puedan derribar con mayor facilidad las barreras que se presenten ante las propuestas y aportes de diseño.
Cada diseño que involucre nuevos criterios y establezca concepciones que busquen innovar dentro del mercado, enfrentará por parte de los clientes, proveedores y colaboradores, diferentes puntos de vista que impliquen percepciones o aspectos emocionales, profesionales y de preferencias. Dichas opiniones tendrán componentes conscientes e inconscientes, en donde la mayoría de las veces existirá poca o ninguna racionalidad de opinión.
Dado que las relaciones humanas dentro y fuera de una empresa poseen una enorme complejidad, es de suma importancia que el diseñador que intente una innovación, responda de manera ambiciosa a una visión o al “qué” quiere tener como objetivo con el nuevo diseño, y esboce una misión o el “cómo” es que se deberá llegar a proyectar su propuesta.
Es bajo este esquema que el diseñador industrial propone, convence, adapta y reta a todo el sistema de valor de su organización, que comprende desde los proveedores hasta el consumidor final. Las propuestas innovadoras de diseño se enfocan en la diferenciación con la competencia, proponiendo entre otras cosas, nuevos criterios de consumo, los que parten de la visión y el liderazgo del diseñador para persuadir y formar una comunidad de colaboradores, que contribuyan al convencimiento del resto de actores sobre la posibilidad de innovar dentro de la compañía.